lunes, 4 de enero de 2010

el ekeko


Antiguo dios Colla de la abundancia y la fortuna. Se lo veneraba colgando de un muñeco frutos, telas y otros objetos de valor para que este los reprodujera en abundantes cosechas, animales robustos y lana. Los aborígenes encendían un cigarrillo y lo ponían en la boca de este muñeco. Si se producía el humo, era señal de que el cigarrillo estaba siendo fumado y el favor del Ekeko seria concedido. Con el tiempo perdió su fuerza como dios y vive su existencia vagando con todo aquello que el hombre puede necesitar y vaya a utilizar sin egoísmo y con alegría. Quien lo encuentra por los caminos y le ofrece comida, cigarrillos o bebida, recibirá lo que soñó, porque el Ekeko sabe que lo material no hace la felicidad, pero el dar alegría a otro si, y eso lo hace uno de los elementales más llenos de gozo y dicha de America.

No falta en casi ningún hogar boliviano o de origen boliviano, la representación contemporánea de este Dios menor de la mitología aimara llamado “Ekeko”. Es un muñequito bien vestido, cargado de objetos suntuosos y billetes de banco. Sobre sus hombros lleva ollas de plata, collares de oro, pequeños bolsas de coca, como símbolo de opulencia. Su rostro eufórico denota la alegría del que todo lo tiene. Sus facciones no son las de “Cholo” o indio del altiplano, sino que parecen actualizadas con finos bigotes al mejor estilo de los galanes cinematográficos de los años treinta. Es el Dios de la abundancia. De vez en cuando, en las engalanadas caravanas de automóviles que acompañan a los templos a las parejas de novios de origen boliviano, se lo ve infaltable sobre la carrocería de vehículos cubiertos de punta a punta por vajillas de plata, ponchos de vicuña, mantas cochabambinas, monedas y dinero de todo tipo entre cintas multicolores, flores y cuadros de los santos preferidos, ornato que representa los augurios de los invitados para los contrayentes. Hoy todos se refieren a él bromeando (indígenas incluidos) pero, por “esas cosas”, es un penate siempre presente en un lugar destacado de la vivienda, que recoge el anhelo de sus moradores por una vida más placentera, sin angustias económicas. Idolillos que traen fortuna son comunes en numerosas mitologías de todo el mundo, pero lo que provoca curiosidad es el atuendo moderno con que la imaginería popular viste a este Dios menor precolombino. Abundancia, amor afortunado, virilidad, fertilidad y en síntesis, felicidad; dones del idolillo que da sin enajenar libertad o moral alguna: ¡ Por fin un Dios realmente Generoso !