domingo, 3 de enero de 2010

el pombero



 Mariscal López se llamaba un pueblito no muy lejos de Piribebuy. Allí dicen que vivía don Víctor con su señora, sus hijas, y sus hijos. Aunque vivían lejos de sus vecinos, tenían todo lo que necesitaban: chacra, animales, comida, y muchas cosas más. Todos gozaban de buena salud y tenían buen apetito.
Después del mate, don Víctor siempre iba a la chacra con sus dos hijos mayores a trabajar. Doña Nati, su esposa, se quedaba preparando la comida, lavando ropa, cuidando a los niños, y limpiando la casa. Sólo a la hora de la siesta y de noche se encontraban todos juntos para comer o en la cocina (cerca del fuego). Víctor y Nati eran gente limpia y diligente. Procuraban criar a sus hijos según las enseñanzas de Jesucristo (para que siguieran el camino de Jesucristo). Probablemente por eso no creían en las historias que circulaban por ahí sobre el Pora, el Pombero y el Lobisón. Cuando escuchaban a los vecinos hablar de tales cosas, se hacían los sonsos, y no creían.

Así por ejemplo, una vez, cuando doña Nati estaba por preparar la cena, se dio cuenta de que se le habían terminado los huevos (de gallina). Entonces llamó a su hija (adolescente) Tavi y le dijo que fuera a la casa de don Sele a comprar más. Esa casa (de don Sele) quedaba algo lejos de allí, y para llegar allí se tenía que cruzar un río.

Era un atardecer oscuro y nublado, y parecía que se iba a venir una lluvia torrencial. Tavi se preparó para salir, y cuando estaba por irse, su mamá la amenazó diciéndole: "No te hagas la tonta y no se te ocurra volver aquí, por miedo, con las manos vacías. Te advierto que vas a recibir un gran castigo y, además, no vas a cenar".

Tavi se encaminó de inmediato hacia la casa de don Sele. Poco después, a mitad de camino, alcanzó el río que tenía que pasar. Y cuando estaba por empezar el cruce, vio de pronto a un hombrecillo oscuro, feo y peludo, parecido a un mono, que se hamacaba en la orilla del río. Asustadísima, Tavi enseguida se dio vuelta para regresar a su casa. Pero a punto de llegar de nuevo allí, le vinieron a la memoria las palabras de su madre: "No se te ocurra volver con las manos vacías". Recordó que si llegaba sin los huevos sería castigada duramente. Pensando un momento, decidió irse otra vez hacia la casa de don Sele, pero por otro camino. También hizo una cruz con dos ramitas de un árbol, y rezó todas las oraciones que sabía. Sin embargo, al llegar al río, vio otra vez al hombrecillo, se espantó y salió corriendo.

Llegó a su casa bañada en lágrimas, y se arrimó a su mamá para contarle lo que había visto. Doña Nati no le creyó nada y ahí mismo llamó a Kalo'i, el hermano mayor de Tavi, para decirle: "Vete rápido a la casa de don Sele, mi hijo, para comprar huevos, y no te me hagas el tonto". Antes que Kalo'i se fuera, se le acercó Tavi y le relató otra vez lo que había visto. Aun así, Kalo'i se fue y volvió con los huevos sin ver nada. Entonces doña Nati reprendió duro a Tavi, y echando mano a la escoba le castigó por haber mentido, y le mandó a la cama sin cenar.

Tavi no podía dormir, y cada vez que cerraba los ojos, veía al hombrecillo feo. Se levantó enojada y fue a la casa de su abuelo para contarle lo acontecido. Don Noni creyó todo lo que le había pasado a la muchacha, y por eso la acompañó para darle un buen reto a doña Nati. "Ahora nomás se te mostrará (se te presentará) a ti también y sólo entonces lo vas a creer. Para que lo sepas, ése es el (señor) Pombero", le dijo don Noni. Pero Nati le contestó entre sonrisas: "Tonterías, abuelo, esas cosas no existen. Pura mentira".

Después de un mes, don Víctor salió para Piribebuy en su carreta, cargando caña de azúcar para venderla y hacer algunas compras. En ese tipo de trabajo se usaban dos carretas, una para llegar al río y la otra para completar el viaje desde el otro lado. Doña Nati, para no estar sin hacer nada y porque quería ayudar a su esposo y a su hijo, subió a la carreta, guió a los bueyes (viejos), y llevó nomás la caña.

Bueno, al llegar a la orilla (del río), vio al otro lado que se acercaban su esposo y su hijo con la otra carreta. Entonces, como quería adelantar el trabajo, puso bajo el brazo un (bulto) atado de caña para cruzar así el río. Fue entonces cuando vio de pronto al hombrecillo oscuro, feo y peludo, que se movía de un lado a otro. Se asustó, gritó, tiró toda la caña que llevaba bajo el brazo, y como enloquecida se tiró en los brazos de su marido Víctor. Con Víctor y su hijo se acercó entonces a la orilla, pero no encontraron nada.

Al llegar ellos a su casa, Nati llamó a Tavi y la estrechó en un fuerte abrazo. Tiernamente le dijo: "Por lo visto era verdad lo que me contaste, mi hija. Perdóname si puedes". Desde entonces doña Nati empezó a temer al Pombero y cree que éste puede aparecer (hacerse ver) en cualquier momento.