jueves, 7 de enero de 2010

el perrito blanco



En el Litoral Argentino, existen muchas leyendas, entre ellas está... “La leyenda del Perrito blanco.”
Esta historia esta basada en un hecho real y comienza así...

Hace muchísimos años atrás, un joven que residía en una estancia, pronto se casaría con la mujer más bella de todo el pueblo. El muchacho se llamaba Aniceto Núñez y la joven, Griselda Guzmán.

Ambos se amaban, planeaban formar una familia, casarse, tener muchos hijos. Ya habían fijado fecha para su casamiento y ese día al fin llegó.

Aniceto y Griselda, dieron el sí ante el altar armado en un lugar muy bello de la estancia y después de la fiesta, Griselda se retiró a su hogar para prepararse para la luna de miel.

Aniceto, se había quedado disfrutando un poco más de la fiesta, junto a familiares y amigos.

-Creo que ya es hora de ir a buscar a Griselda.- dijo Aniceto a sus padres.

-Cuídate hijo, que tengan un muy buen viaje.- le deseo su madre.

-Hasta la vuelta Aniceto.- le dijo su padre dándole un abrazo.

Cuando Aniceto estaba ensillando su caballo, dos de sus mejores amigos se acercaron a él.

-¿Quieres que te acompañemos?- le preguntó Félix.

-¿En serio me quieren acompañar?- preguntó asombrado Aniceto.

-¡Pues claro hombre!- exclamó Lorenzo.

-Bueno, está bien, acepto que me acompañen.- dijo Aniceto muy alegre.

Partieron los tres juntos a caballo rumbo a la casa de Griselda. En el camino iban recordando sobre las travesuras que realizaban cuando eran pequeños; se reían tanto hasta lagrimear.

Pero en un lugar del camino, se les apareció de la nada, un perrito blanco pequeño que moviendo su rabo y ladrando insistentemente, se les cruzaba de un lado para el otro impidiéndoles el camino.

-¡Mira a ese perro, no nos deja avanzar!- dijo Aniceto.

-¡Fuera perrito!- gritó Félix.

-¡Esperen, los caballos se están enloqueciendo!- exclamó Lorenzo.

Aquel perro blanco no los dejaba continuar con su camino, los caballos se sentían nerviosos y no querían caminar más, tenían sus patas como paralizadas.

-¡Algo tenemos que hacer para quitar a este perro del camino, Griselda me está esperando!- dijo enfadado Aniceto.

-Aniceto, lo mejor va a ser que regresemos a tu casa.- dijo Lorenzo.

-¿Cómo dices? ¡Te has vuelto loco!- gritó ofuscado Aniceto.

-Mira, hay una leyenda que dice, que cuando sale de la nada en medio de un camino desolado un perrito blanco y se te cruza ladrando y moviendo el rabo impidiéndote continuar con tu camino; quiere decir que algo malo te va a suceder, por eso es que el perrito toma esa actitud. Ahora, si el perrito que se te aparece se coloca a tu lado como acompañándote, eso quiere decir, que lo hace para guiar tu camino y para que nada malo pueda pasarte en tu trayecto.- dijo Lorenzo.

-¡Qué tonterías son esas, por favor!- exclamó Aniceto, después de haber escuchado atentamente el relato de su amigo.

-No son tonterías, es la verdad, mejor volvamos.- dijo Lorenzo tratando de convencer a Aniceto.

-¡Pues yo no pienso regresar, no creo en esas leyendas urbanas que se andan contando por ahí; si ustedes tienen miedo de que algo malo les suceda, pueden irse nomás, yo voy a continuar con mi camino con perro o sin perro!- gritó ofuscado.

-Está bien Aniceto, como tú quieras, yo no sigo, me vuelvo a la estancia.- dijo Lorenzo muy seguro.

-Está bien. Y tú Félix, ¿qué vas a hacer, vienes o te vas?- preguntó Aniceto.

Félix, que hasta ese momento se encontraba observando y escuchando sin decir una sola palabra, le respondió a su amigo:

-Lo siento mucho Aniceto, regreso con Lorenzo.- dijo bajando la mirada.

-¡Está bien, me dejan solo cobardes, váyanse, que yo no tengo miedo!- dijo tomando las riendas de su caballo y continuando su camino.

Aniceto, no creía en esas leyendas que se cuentan en el campo sobre aparecidos, la luz mala y tantas otras. Continuó cabalgando con su potrillo sin tener ningún problema; el perrito blanco ya había desaparecido, él iba muy contento ansiando llegar a la casa de su amada Griselda.

Pero a veces, hay que creer en ciertas cosas que suceden aunque parezca mentira, porque cuando Aniceto al fin llegó a la casa de su amada, se encontró con una gran sorpresa...

Se hallaba descendiendo de su caballo, cuando sintió un gran ardor en su espalda, se dio vuelta para ver lo que le había provocado ese ardor y dolor, y pudo darse cuenta de que se encontraba lastimado, alguien le había asestado una puñalada certera. Aniceto, mal herido comenzó a caminar hacia la casa de su amada Griselda en busca de ayuda, se encontraba perdiendo mucha sangre. Su agresor, amparándose por la oscuridad del lugar, le asestó otra puñalada, pero esta vez en el pecho que dejó a Aniceto casi sin sentido.

Arrastrándose, pudo llegar a la puerta de la casa de Griselda; la llamó con las pocas fuerzas que le quedaban y cuando ella abrió, encontró a Aniceto ya muerto.

Al poco tiempo de la muerte de Aniceto, se pudo encontrar a su agresor, era un joven vecino de Griselda que se encontraba perdidamente enamorado de ella.

Cuando en el juicio le preguntaron, por qué había cometido semejante delito, él respondió sin remordimiento:

-Lo maté porque Griselda se casó con Aniceto, a mí me despreció, así que si ella no es mía, nunca va a ser de nadie.

Aniceto, hizo caso omiso al mensaje que le quería transmitir aquel perrito blanco al cruzarse en su camino. Tal vez si él hubiera regresado aquel día a su estancia, aun estaría con vida.